El modelo de trabajo que se propone no busca el perfeccionamiento de las habilidades terapéuticas o introducción de las nuevas técnicas o conocimientos, sino es una exploración de aquel nivel que subyace a cualquier patología – La Salud. Tal vez podemos abrirnos a una posibilidad de entrar en la práctica compartida con otra persona y escucharla desde la quietud, presencia y lugar más profundo en nosotros mismos, permitiendo que las cosas emerjan sin pretensión de controlarlas, etiquetarlas ni apegándose a ellas. El rol de terapeuta en este caso será de crear unas condiciones seguras que permitirán al paciente sentirse plenamente acompañado y poder entrar en una relación más abierta con la expresión de la historia de la vida contenida en su cuerpo, mente y espíritu sea cual sea la forma que ésta revelación va a tomar. En este caso entrar en contacto con otra persona no implica ningún tipo de corrección o análisis de información sensorial. Es estar « con el otro » en vez de « hacer algo con o para él ». A un nivel realmente profundo que podemos denominar como espíritu, no necesitamos ni podemos ser arreglados ni analizados, pero si – sostenidos, escuchados y acompañados. La propuesta está en explorar que ocurre si confiamos en la Inteligencia de la Naturaleza más allá del intelecto personal.
La dinámica del trabajo nos invita a hacer una transición desde lo masculino hacia lo femenino, confiar en La Marea y proveer un espacio en el cual tenga el lugar el proceso de La Creación y Transmutación alquímica en el Presente. Este nivel tiene que ver más con el corazón y la apertura y no tanto con la mente y el esfuerzo, con la sabiduría infinita en vez del intelecto limitado…
Vivimos en la época de la confluencia entre las tradiciones y sabiduría milenarias y los descubrimientos e investigaciones de la ciencia moderna. El corazón ya empieza a ser pieza esencial para ambas. El Intelecto está en el Cerebro, pero La Sabiduría está en el Corazón. Se complementan uno al otro y necesitamos a ambos, sin duda. Sin embargo durante varios siglos toda la prioridad se ha dado al intelecto. El principio masculino estaba dominando y el femenino – suprimido. El análisis, el diagnostico, el tratamiento y el pronóstico — son principios masculinos realmente muy útiles en muchos niveles del trabajo. Pero tal vez podemos reconocer que al avanzar durante décadas en una dirección, nos hizo perder de vista la otra parte. Hemos profundizado mucho en entender y hacer y hemos olvidado como escuchar. La esencia de la escucha no está en el intelecto sino en el corazón — el « Rey y Gobernante de Todo, el primero en entrar en el poder y el último en retirarse », según el Dr. Still. Cuando perdemos la conexión con este Rey – perdemos la conexión con La Sabiduría y simplemente somos incompletos.
Las dos grandes necesidades del ser humano a nivel emocional son ser escuchado y ser sostenido. Son dos pilares fundamentales que permiten a nuestro cuerpo digerir eficazmente el flujo permanente de la experiencias de vida de todo tipo con las cuales nos encontramos. Esto también crea unas condiciones óptimas para el funcionamiento de nuestro sistema inmune – nuestro guardián. Cuando nos sentimos escuchados, recibidos, sostenidos de manera incondicional somos capaces de explorar las experiencias no-digeridas a nivel “más profundo “ de lo habitual. La mayor parte de la vida pasamos reaccionando a los traumas acumulados que a menudo han “entrado” en nuestro sistema en las etapas pre-cognitivas, pre-verbales, antes de que se han desarrollado nuestras capacidades de conceptualizar y razonar sobre lo que está sucediendo y permitir a nuestro sistema que lo “digiera”. Estas experiencias o traumas sensoriales simplemente “están allí, dentro” y nuestra percepción sobre nosotros mismos y sobre quienes somos tiende a basarse en gran medida en ellas. La transmutación de los traumas de cualquier tipo solo puede ocurrir en el presente. Y aunque las investigaciones científicas demuestran que casi 98% del tiempo no estamos presentes, afortunadamente nuestro cuerpo siempre está «aquí» – es este hilo de Ariadna que nos conecta con nuestra esencia y nos permite salir del laberinto de experiencias traumáticas. En vez de arreglar este hilo podemos explorar que ocurre si decidimos seguirlo sin pretender entender a donde nos lleva . Tal vez podemos permitir que todo el trabajo sea hecho por el cuerpo que no es otra cosa que la Inteligencia encarnada.
Si como terapeutas trabajamos con otras personas y entramos en contacto profundo con ellas y con sus cuerpos, nuestra primera responsabilidad es estar encarnados, presentes en nuestros propios. Es especialmente importante cuando se trata de un viaje tomado por dos personas o un grupo de ellas a un nivel donde no existe la patología. No se trata de una manera especial o técnica de hacer las cosas, sino de una manera de ser. Y esto podía ser extrapolado más allá de nuestra práctica clínica – a nuestra vida diaria, las relaciones interpersonales, la crianza de los hijos etc.
Este trabajo no es algo limitado a un grupo exclusivo de terapeutas, sea la que sea su práctica. Lo fundamental es el lugar en uno mismo desde cual éste entra en contacto con otra persona. Por lo tanto la modalidad terapéutica deja de ser un factor determinante, sino es simplemente aquel “ marco de unas condiciones ” en las cuales podemos explorar un nivel de relaciones más profundas. Es una exploración y transición desde nuestro conocimiento limitado hacia una revelación infinita. El potencial del trabajo biodinámico no está en lo que sabemos o hacemos, sino en lo que somos. Ser tú, plenamente tú, infinitamente tú, simplemente tú. Entonces, ya no haces la terapia — ERES LA TERAPIA.